(Explorando otras realidades por si la que vemos no nos
convence. Con el regalo de unas gafas de realidad virtual)
Empieza el año y leo un artículo de Xavier Monteys en El
País del jueves 5 “Churros necesarios” donde reivindica los puestos de churros
ambulantes, las tradicionales churrerías equipadas en una furgoneta o remolque.
Instalaciones por las cuales, como dice el autor, nunca ha pasado el diseño,
tipografías de western, con nombres populares, colores básicos, luces
fluorescentes, una nota de chillona vulgaridad urbana, etc…Constituye una
interesante reflexión sobre la saturación y la artificialidad a que puede
llegar en nuestro contexto un uso excesivo de fórmulas de diseño aplicadas
desmesuradamente a todo lo cotidiano. Es cierto que cuando vemos, por ejemplo,
según que tipos de establecimientos, formalmente muy intervenidos, nos suenan a
postizos y que encima serán caros. Cuando la intervención del diseño se vuelve demasiado perceptible se sobreactua y el resultado pierde espontaneidad. Y esto puede
conducir a la saturación y al rechazo. Sería una verdadera lástima perder todo lo
andado solamente por hastío.
Hace unos años
para la revista Barcelona Metrópolis Mediterránea escribí un artículo titulado ¿Demasiado
diseño? donde intentaba incidir sobre este tema separando lo que vemos aparente,
entre lo diseñado, frente a lo que
queda por resolver y, lo segundo es una lista muy grande. Quedan muchísimas
cosas para diseñar bien y muchísimas más que aún tienen que llegar. Muchas de
estas cosas están relacionadas con la interacción cotidiana con los
dispositivos, incluso en los tan comunes como los teléfonos móviles (si, si,
que parecen sencillos de usar pero siguen siendo un gran problema para muchas
generaciones de usuarios..), los controles de los ascensores, de los termostatos
domésticos, dispositivos electrónicos de los automóviles, de electrodomésticos,
etc.
La formalización aparente y banal no es diseño o, en
cualquier caso, no es buen diseño. La empatía que nos producen algunos objetos
cuya utilidad y cuya estética ha conseguido un buen equilibrio es entrañable. Recientemente
han otorgado la Medalla al Mérito de las Bellas Artes a Miguel Milá, diseñador
de la lámpara TMC, un buen ejemplo de esto a lo que me estoy refiriendo. Desde
aquí mi enhorabuena!. Y esta es la fórmula antigua con la que estudiamos muchas
generaciones de diseñadores. Ahora que todo es tecnología y nuevas formas de
negocio, que no está muy de moda hablar de estética de la forma y de funciones
sencillas e ingeniosas, puede ser un buen momento de revisar los fundamentos clásicos del diseño para iniciar el año.