El hallazgo por azar de
una piedra con una forma geométrica simple me evoca el capítulo titulado “extraños
objetos” del libro de Jacques Monod 1 donde trata sobre las formas y la
identificación de lo natural y lo artificial.
¿Por qué caminando por el
monte y mirando al fondo de un agujero, fruto de la actividad del jabalí, mi
vista se centra en una forma esférica que contrasta con el resto de piedras? Una
forma esférica muy regular siempre llama la atención. La primera impresión es
que trata de una pelota de caucho pero al cogerla me sorprende su peso y su
color oscuro impropio de las rocas del lugar. Una vez en casa y después de
limpiarla surge el convencimiento de que no se trata de una forma natural. Es
dura, pesada y parece como si fuera de basalto. Según se mira su forma esférica
es muy regular, desde otro punto de vista en cambio, tiene alguna imperfección
como si tratara de una ejecución rápida y, otro detalle curioso, tiene un
rebaje plano que permite su asentamiento.
Cuantas más vueltas le
doy al tema más convencido me encuentro de que se trata de una antigua manufactura
de origen bélico. Lo enseño a diversa gente y hay muchas coincidencias de que
se trata de un proyectil. El tema está en proceso de que llame la atención de
algún especialista y que, esta humilde piedra, sirva como dato de referencia de
algún hecho.
El motivo de citar esta
anécdota se encuentra en la reflexión que me impulsa cada vez que miro esta
piedra-bola. Reflexión sobre el valor comunicativo de las formas y como nos
llaman atención. Sobre la casualidad de recuperar un elemento simple pero
evocador, una pieza que encaja en un hecho, en una historia que no conocemos, y
que seguramente nunca sabremos. Fue fabricado, fue usado y ahora,
posiblemente mucho tiempo después, vuelve a conectar con el circuito de la
historia, de otra humilde historia, donde su función pasará de ser objeto
ofensivo a ser un proveedor de información.
1.- Monod, J (1970) El azar y la necesidad. Tusquets editores. Barcelona 1981