miércoles, 31 de julio de 2019

Un diseño de Miguel Milá en la feria de artesanía




La Feria Internacional de Cerámica Argillà de Argentona, que antes se celebraba con la Fiesta Mayor de esta localidad, en la denominada Festa del Càntir y que se recuperó en 1951 aunque sus orígenes se remontan al S.XVII, encarga cada año la realización de un botijo a un artesano diferente. Recientemente el encargo se hace extensivo a diseñadores. En esta ocasión ha recaído en Miguel Milá, Premio Nacional de Diseño y uno de los pioneros del diseño en nuestro país. El encargo fue una sugerencia del arquitecto, diseñador y divulgador Quim Larrea quién ya había realizado uno hace dos ediciones.
En otros posts ya he tratado sobre la relación entre artesanía y diseño, especialmente por mi curiosidad en saber porqué esta relación no acaba de funcionar nunca del todo bien, o si funciona, por qué no tiene más continuidad. El ejemplo del encargo anual del botijo y el diseño que ha realizado Miguel Milá es muy oportuno para hablar del tema. La serie de botijos que se produce cada año es numerosa y participan diferentes artesanos en su ejecución. Cada botijo es una pieza numerada y lleva las credenciales en la base: nombre del diseñador, año, número de serie y el nombre del artesano o taller que ha realizado las piezas. La curiosidad radica en que se puede adquirir una pieza de diseño de autor, fabricada artesanalmente en serie, pero que cada una puede tener ligeras diferencias con el resto. Pequeños detalles de manipulación y acabado que convierten cada una en “pieza única”, característica propia de la artesanía.

Otra singularidad consiste en que el botijo viene un packaging, un estuche de cartón, con la foto del diseñador, un boceto del diseño y un texto. Esta había sido una larga reivindicación de Ferran Amat, propietario de la legendaria tienda Vinçon, para vender artesanía tradicional en su establecimiento. Amat decía que no vendía las tradicionales cazuelas de barro de la Bisbal ya que no conseguía que los talleres artesanos las envasaran en una caja e incluso que llevara un manual de instrucciones como los demás productos.
Es una rareza que de la colaboración entre diseñadores y artesanos estos últimos tengan proyección pública de su trabajo o un tratamiento igual que el del diseñador. Aquí radica, a mi entender, uno de los problemas de la relación entre artesanía y diseño: el reparto de méritos. Otro tema consiste en las retribuciones, con poyalties, por proyecto u otra forma, pero esta ya es otra cuestión aunque no menos importante.

El botijo de Miguel Milá no es revolucionario pero es un magnífico ejemplo de maestría. De planta elíptica muy estrecha, con el gesto de unir boca, asa y pitorro, consigue una forma limpia y muy expresiva. No llega al esencialismo del ‘Rebotijo’ de Martín Azúa, para mi el mejor ejemplo de la revisión del concepto, aunque es más depurado que otro buen ejemplo de icónico botijo contemporáneo, la 'Siesta', de Alberto Martínez, Héctor Serrano y Raky Martínez, que hace el juego de formalizar el botijo como una botella de agua de plástico de litro y medio. El color blanco del esmalte de la parte superior del botijo de Milá es a la vez muy expresivo, higiénico y no perjudica la traspiración de la arcilla. En resumen: una excelente relación entre artesanía y diseño.

Acudir a Argillà y poder elegir, entre muchos ejemplares de serie numerada, un botijo diseñado por Milá ha sido buena experiencia. Las maquetas iniciales del diseño son de Jordi Casas, el modelo, la matriz y los moldes han sido realizados por Claudi de José de Montgat y la producción es de Gómez y Gómez Artesanos, de Caldes de Montbui. Por último señalar que la dirección de producción ha corrido a cargo de Quim Larrea, implicado desde hace unos años en este cometido. Toda una lista de créditos para la realización de un botijo, aunque no todos aparezcan en el pack, si que constan en la web. ¿Algo está cambiando en este sector?

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